Cercidiphyllum magnificum

El Cercidiphyllum magnificum lleva, al igual que su primo, el C. japonicum, el curioso nombre de árbol de caramelo, que se explica por el ligero perfume que exhala su follaje en otoño. Sus hojas casi redondas, o en forma de corazón, emergen en un tono bronce, antes de volverse verdes. En otoño, se vuelven amarillas, a veces también rosadas o violetas. Árbol compacto de crecimiento relativamente rápido, se adapta bien a los pequeños jardines de regiones frías o húmedas. Por otro lado, no se sentirá a gusto en el sur, ya que no soporta la sequía.

El Cercidiphyllum magnificum es la segunda especie que compone la familia muy reducida de las Cercidiphyllacées. Esta especie japonesa crece en una zona geográfica limitada, confinada al nivel subalpino de los Alpes japoneses, en la isla de Honshu (la gran isla central de Japón). Se encuentra especialmente alrededor de la ciudad de Nikko, una comuna famosa en Japón que se extiende desde los 200 hasta más de 2400 metros de altitud. Extremadamente rústico, el C. Magnificum rara vez supera los 10 metros de altura en su hábitat natural, y a menudo se desarrolla formando varios troncos. Sin embargo, también puede crecer con un solo tronco, dando lugar a un pequeño árbol de porte piramidal o cónico. Por lo general, se encuentra en su hábitat junto a otros leñosos, como el Árbol de la charretera (Pterostyrax hispida), también poco común en nuestros jardines, el Acer shirazawanum que ha dado algunas bonitas variedades hortícolas, y el Abedul ermanii.
El C. magnificum fue introducido en Occidente en forma de semillas enviadas por la Universidad de Tokio al famoso Arnold Arboretum, una enorme colección de árboles en 114 hectáreas y vinculada a la Universidad de Harvard en Boston. Esta introducción relativamente reciente explica por qué se conocen pocos ejemplares viejos fuera de Japón. Uno de ellos, plantado en 1975 en un jardín botánico escocés, alcanzaba los 12 metros de altura en 2012, pero en la mayoría de los casos, esta especie se estanca en 6-8 metros de altura, con 4-5 metros de ancho en nuestras latitudes. Su gran rusticidad natural ha permitido su plantación hasta en Escandinavia, pero, por el contrario, no es adecuado para nuestras regiones mediterráneas, con veranos demasiado secos.
Este árbol, más compacto que el C. japonicum, se distingue por su tronco más liso, de un hermoso color marrón, que solo presenta grietas cuando alcanza un diámetro respetable. También tiene hojas más grandes que su primo, cuya forma es relativamente variable según los ejemplares. Algunas son ligeramente en forma de corazón, otras en forma de riñón, con el extremo bien redondeado y la base más o menos cordada (formando así dos redondeces a ambos lados del pecíolo), o incluso casi redondas. Al emerger en primavera, las hojas jóvenes tienen un color bronce, que luego desaparece para volverse verdes. Cuando llega el otoño, se tornan amarillas, a veces también en rosa púrpura según los ejemplares y el suelo, creando así una escena magnífica antes de caer.

Este raro Cercidiphyllum complacerá a los amantes de los colores otoñales y del follaje gráfico. Sobre todo, permitirá a los habitantes de las zonas más frías plantar un árbol de caramelo sin temor, mientras que el C. japonicum es menos resistente al frío, especialmente a las heladas primaverales. Se puede plantar aislado en un césped, pero estará más adecuado en un macizo, en el borde de grandes árboles. El Hamamelis vernalis Washington Park será un buen compañero, con su floración invernal púrpura y sus magníficos colores otoñales, que van del amarillo al naranja y al rojo. El Árbol de la campanilla de plata (Halesia carolina) también se sentiría a gusto en las mismas condiciones climáticas, muy decorativo con sus flores blancas en primavera y sus hermosas coloraciones otoñales. Y para ampliar el período de floración y disfrutar de una gama de formas y colores de flores casi infinita, nada como los magníficos Camelias con su hermoso follaje verde oscuro y sus flores de un encanto romántico.