Danae racemosa - Laurel de Alejandría

El Laurel de Alejandría, en latín Danae racemosa, a veces llamado Laurel de Alejandría, es un arbusto perenne relacionado con el Espárrago blanco (Ruscus aculeatus) y visualmente muy similar. Con un desarrollo más grande, hojas falsas más grandes y una estructura más flexible, la planta es más ornamental. Su silueta de bambú sagrado, sus hermosas bayas rojas y su follaje verde aportan exuberancia al jardín incluso en invierno. Insensible al frío y a la sequía, cómodo en lugares oscuros, el laurel de Alejandría es notable en áreas difíciles de vegetar. Sus ramas con hojas son apreciadas en floristería.

El Danae racemosa pertenece a la familia de las Asparagáceas, o liliáceas, y es la única especie del género Danae. Es una especie originaria del norte de Siria, Turquía y el noroeste de la antigua Persia (Irán). En la naturaleza, se encuentra en los bosques. El crecimiento de esta planta arbustiva es lento y su tamaño adulto promedio alcanza los 90 cm en todas direcciones, según las condiciones de cultivo. Su raíz tiene rizomas nudosos que se extienden poco.
El Laurel de Alejandría muestra un porte tupido muy flexible, sostenido por tallos que caen graciosamente. Sus brotes jóvenes de primavera que emergen del suelo recuerdan un poco a pequeños espárragos. Lo que parece hojas coriáceas y brillantes son en realidad cladodios, tallos aplanados que cumplen la misma función clorofílica que las hojas. Tienen forma lanceolada, miden hasta 10 cm de largo y permanecen verdes durante todo el invierno, incluso si hace mucho frío. La floración ocurre en junio-julio en un clima medio. Las diminutas flores verdosas a amarillentas aparecen en racimos en el extremo de los tallos. El fruto es una pequeña baya redonda de 0,5 cm de diámetro que va cambiando gradualmente de verde a rojo brillante a medida que madura. Esta fructificación persiste durante todo el invierno si las aves no vienen a disfrutar de ella.

El Laurel de Alejandría prospera en la sombra o semisombra, en suelos bien drenados, crece en los bosques, lejos de los rayos abrasadores del sol. Una vez bien enraizada, la planta no requiere ningún cuidado especial. Es un arbusto que encuentra su lugar en todos los jardines para dar vida a un rincón demasiado oscuro, debajo de un macizo poco denso de árboles o arbustos para vestir la base. Su aspecto de Nandina combinará bien con los lirios y los corazones de María, su follaje verde brillante resaltará los tonos delicados de los fucsias magellanica y de las aquilegias. En los jardines sombreados del sur, combínelo con acantos y vinca mayor. En invierno, permitirá crear arreglos florales en casa, por ejemplo con amarilis.