Jubaea chilensis - Palmera de Chile

El Jubaea chilensis, también conocido como Palmera de Chile, es una gran palmera relativamente resistente, originaria de las regiones secas de Chile, sometidas a un clima similar a nuestro clima mediterráneo. Quizás los jardineros viajeros hayan tenido la oportunidad de admirarlo en la entrada de la villa Thuret, cerca del Cabo de Antibes, enmarcando un largo camino que serpentea entre una hermosa colección de especies botánicas provenientes de lejanas y exóticas tierras. Se destaca de inmediato por su verticalidad no exenta de majestuosidad, ofreciendo un tronco macizo, ensanchado en el centro, cubierto de una corteza gris y arrugada horizontalmente, como una verdadera columna coronada por un denso follaje de hojas, de un verde ligeramente azulado. Su crecimiento es muy lento, especialmente durante sus primeros años, y su floración no ocurrirá antes de los 40 a 50 años. Convertido en una especie rara en su lugar de origen debido a la codicia del hombre, esta palmera tal vez encuentre refugio en su jardín. ¡No es exigente en cuanto al tipo de suelo, resistente a la sequía y soporta heladas de hasta -15°C!

Planta arbustiva de crecimiento lento de la familia de las arecáceas, muy apreciada como planta ornamental, el Jubaea chilensis es originario de Chile, al pie de los Andes, principalmente de Valparaíso, Aconcagua y O'Higgins, donde crece hasta los 1500 metros de altitud. Prospera en hábitats secos, en suelos arenosos o pedregosos, soportando veranos cálidos y secos durante 3 a 4 meses, pero también lluvias y temperaturas bastante frías en invierno. Fue en el jardín botánico de la villa Thuret donde el Jubaea fue plantado por primera vez en Europa, en 1858. La planta, calificada como unicaule, produce un solo 'tronco' llamado estípite, que puede superar los 12 metros de altura y 1 metro de diámetro en una etapa avanzada, que sostiene una densa corona de hojas, con una envergadura de 4 metros. El estípite es de color gris, ligeramente ensanchado en la base, estrechándose bajo la corona. Su epidermis es lisa, con fisuras horizontales, donde se dibujan rombos horizontales, redondeados en los ángulos, dispuestos en quincunce. Hacia la parte superior del estípite, este patrón se aplana y se estira cada vez más. Todos estos diseños son en realidad las cicatrices dejadas por las hojas muertas a lo largo del crecimiento. La corona puede tener hasta 40 hojas pinnadas de 3 a 5 metros de longitud, rígidas, coriáceas, erguidas en el centro, colgantes en la periferia. En su centro, oculta el único meristemo responsable del crecimiento de esta palmera. La velocidad de crecimiento está directamente relacionada con las condiciones más o menos favorables del entorno: más rápido en suelos profundos, fértiles y húmedos, más lento en caso contrario. La floración solo ocurre después de 40 a 50 años. Amplias inflorescencias, superando 1 metro, cubiertas de terciopelo marrón, aparecen entre las hojas inferiores. Están compuestas por numerosas flores unisexuales amarillo-anaranjadas, masculinas o femeninas. Después de la fecundación, dan lugar a frutos similares a pequeñas nueces de coco de 3 cm de diámetro, cuya pulpa fibrosa naranja o amarillo intenso rodea una semilla oleaginosa comestible, rica en ácidos grasos, de color blanco. Esta nuez, llamada coquito en Chile, madura en el sur de Francia. El Jubaea chilensis es una especie amenazada en su país de origen, donde su savia se explota para producir miel de palma. La técnica de recolección es la única causa de su desaparición: para dejar fluir la savia, se corta la parte superior del estípite que contiene el meristemo, marcando el fin de esta planta que es de alguna manera guillotinada. 

Este palmera es, junto con el Trachycarpus fortunei, uno de los más fáciles de aclimatar en muchas de nuestras regiones. En terreno abierto, se puede colocar aislado, cerca de una piscina por ejemplo, junto a plátanos, oucas, en una decoración de inspiración exótica. Pero esta especie muy resistente a la sequía expresará todo su potencial en un jardín de estilo mediterráneo, acompañado de Cycas, o del Ciprés de Duprez (Cupressus dupreziana), verdadera reliquia sahariana casi extinta en su Tassili de Ajjers natal. Un poco difícil de combinar debido a su fuerte personalidad, sin embargo, se puede plantar en grupos de 3 ejemplares y rodearlo con un tapiz de tomillos, una siembra de Amapolas de California, o un banco de Felicia. Un jardín contemporáneo lo adoptará sobre una marea de guijarros blancos.  

El Jubaea chilensis secreta una savia rica en azúcares que antiguamente se destilaba para producir aguardiente entre los indígenas Mapuches, llamado vino de palma por los colonos. También se transformaba en « miel de palma » después de calentarse. 

El género Jubaea, rico en una sola especie, el Jubaea chilensis, está dedicado al rey Juba II (-50-24 d.C.), del antiguo reino africano de Numidia, actual Mauritania, que era un apasionado de la botánica.