Madroño - Arbutus andrachne

El Madroño de Chipre, originario del Mediterráneo oriental, es un arbusto mucho menos conocido que el Madroño que crece espontáneamente en nuestro Mediterráneo. Adquiriendo una apariencia venerable con el tiempo, este gran arbusto o pequeño árbol persistente es apreciado por sus innegables cualidades ornamentales, así como por su excelente adaptación al clima seco y a los suelos calizos que predominan en el sur de nuestro país. Su follaje bellamente barnizado realza su floración primaveral y no otoñal, en campanillas blancas, al igual que sus frutos comestibles que recuerdan a las fresas. El Madroño de Chipre se distingue especialmente por su magnífica corteza rojo anaranjado y verde pistacho. ¡Excelente alternativa al Madroño en suelos claramente arcillo-calcáreos, este magnífico árbol de fresas es un campeón de sobriedad y frugalidad!

El Madroño de Chipre, a veces llamado Madroño griego, es originario del este de la cuenca mediterránea, principalmente de Grecia y Turquía. También se encuentra en una zona que va desde el sur de Albania hasta Crimea, pasando por el norte de Iraq, a lo largo de las costas del Mar Negro y Líbano. Este pequeño árbol pertenece a la familia de las ericáceas, al igual que los brezos. Se trata de una especie que crece espontáneamente en suelos calizos, capaz de florecer y fructificar a partir de los 7 años.

El Madroño de Chipre forma lentamente pero de manera constante un pequeño árbol con varios troncos cortos, ramificados en ramas ascendentes con aspecto retorcido. La copa es frondosa y extendida. En su madurez, este Madroño alcanzará una altura promedio de 8,50 m con una envergadura de 4 m. La corteza de este árbol, en constante mutación, es notable: de color marrón anaranjado, se desprende en grandes placas, revelando una nueva piel lisa cuyo color brillante recuerda al de la sangre, especialmente cuando está mojada. Más tarde, esta nueva piel se desprende a su vez, liberando una corteza de color verde pistacho que luego se vuelve naranja marrón.

Las hojas perennes, lanceoladas, de 6 a 9 cm de longitud, tienen los bordes dentados, de un verde medio, brillantes en el haz. Los brotes jóvenes adquieren bonitos tonos bronce en invierno. Están dispuestas de forma alterna, en hélice alrededor de los tallos. En esta especie, la floración ocurre de enero a marzo. Las flores, melíferas, de color blanco a veces con toques de verde o rosa pálido, miden 7 mm de diámetro. Son similares a las campanillas de muguet, agrupadas en racimos colgantes terminales. En otoño, dejan paso a pequeñas bolas amarillas, luego rojas, similares a fresas, de 3 cm de diámetro, comestibles pero de textura rugosa y sin mucho sabor.

El sistema radicular de este pequeño árbol es del tipo pivotante, capaz de hundirse profundamente en busca de humedad. No aprecia las trasplantaciones, especialmente en ejemplares ya adultos. El Madroño de Chipre es una planta muy bien adaptada a la sequía estival cuyas semillas germinan fácilmente después de un incendio.

El Madroño de Chipre, rústico hasta -12°C (-15°C según algunos jardineros), crece de forma natural en suelos bien drenados, generalmente pobres, pedregosos y calizos. Este arbusto se adapta fácilmente al jardín, en suelo ordinario (incluso ligeramente ácido), siempre que el drenaje sea adecuado. Esta especie botánica, con un dibujo bastante extraordinario, renueva el género y permite alargar la duración de floración de un seto mixto. Es valioso para constituir la estructura persistente de un pequeño seto libre, pero forma un sujeto realmente sorprendente cuando se coloca de forma aislada. Despreciado por plagas y enfermedades, su única debilidad es una rusticidad relativa que lo reserva, en suelo abierto, para suelos ligeros y no inviernos demasiado rigurosos.

El Madroño de Chipre ha dado por hibridación con la especie unedo el Madroño x andrachnoides, conocido por la belleza de su corteza, más o menos similar a uno de sus progenitores según el clon.