Rhododendron Raphaela

Plantea el Rododendro Raphaela en exposición de media sombra o incluso en sombra no muy densa, protegido de los vientos fríos y secos, en un suelo fresco, húmedo y ligero, con tendencia ácida o neutra. Como todas las plantas de tierra de brezo, no tolera los suelos calizos ni los suelos pesados, empapados de agua en invierno. Si el suelo permanece fresco en verano, este rododendro también soportará una exposición al sol de la mañana. Evita plantar a su lado, ya que sus raíces superficiales no toleran bien la competencia de otras plantas, especialmente por los recursos hídricos.

Cava un hoyo con un volumen tres veces mayor que la maceta. Remoja el cepellón en agua (no calcárea) y planta el arbusto al nivel del collar, en una mezcla compuesta por 1/4 de turba, compost de hojas, grava o pozzolana y tierra franca. Riega abundantemente y mantén el suelo fresco en verano. Las Azaleas y Rododendros tienen un sistema radicular poco extendido. Por lo tanto, temen las largas épocas de sequía. Es por ello que se recomienda un suelo enriquecido con humus y un riego abundante durante los periodos de sequía. Además, este sistema radicular no es muy resistente, por lo que es indispensable aligerar los suelos pesados con materiales drenantes (grava, pozzolana, bolas de arcilla) al plantar. Coloca mantillo de corteza de pino triturada al pie del arbusto cada primavera para mantener la frescura del suelo conservando un pH ácido.

El mantenimiento se reduce a cortar las flores marchitas en verano y limpiarlo de sus ramas muertas. Las Azaleas y Rododendros a veces pueden ser atacados por los otiorrincos que comen los bordes de las hojas y las raicillas, así como por el famoso "tigre del rododendro" que rara vez causa daños importantes. Hoy en día existen soluciones biológicas efectivas contra los otiorrincos. El amarilleo de las hojas (clorosis) en el Rododendro indica una mala asimilación del hierro en el suelo y provoca la muerte prematura de la planta. Si el calcáreo es a menudo la causa, un suelo mal drenado o un cepellón plantado profundamente también pueden explicar el fenómeno.

Los "rhodos" dan lo mejor de sí en nuestros climas bretones y normandos, plantados en un suelo libre de caliza y en un ambiente húmedo. Su cultivo en nuestros climas más cálidos y secos generalmente está condenado al fracaso a la larga, a pesar de todos los esfuerzos realizados para aclimatarlos.