Symphoricarpos albus - Baya de nieve

El  Symphoricarpos albus, comúnmente conocido como correhuela blanca, es un arbusto de porte extendido apreciado por sus bayas blancas nacaradas, que animan los rincones más oscuros del jardín en invierno. Sus ramas delgadas se arquean y caen con gracia. Posee un bonito follaje ligero, de color verde azulado con el reverso veloso. Es una planta que produce numerosos chupones que permiten que se extienda rápidamente para formar un cubresuelos denso en muy poco tiempo. Fácil de cultivar al sol o en media sombra en cualquier buena tierra de jardín, es una planta infalible que no requiere ningún mantenimiento.

El Symphoricarpos albus pertenece a la familia de las caprifoliáceas, al igual que los madreselvas. Este arbusto caduco muy resistente es nativo de América del Norte, principalmente en el norte de Estados Unidos y Canadá. Introducida a principios del siglo XIX, es una especie que se naturaliza fácilmente en Europa occidental. Es una especie de borde que prefiere climas templados y fríos y soporta todas las condiciones, temiendo la sequía y el calor. Incluso tolera la salinidad y la contaminación urbana, siendo a menudo utilizada en el paisajismo urbano para estabilizar taludes a lo largo de las carreteras.

La correhuela blanca forma un arbusto frondoso y extendido, alcanzando en promedio 2 metros en todas direcciones, con un crecimiento muy rápido. Su follaje es tardíamente caduco, compuesto por pequeñas hojas ovales-redondeadas de 2 cm de largo, de color verde azulado en el haz, pero de un verde más claro en el envés. La lámina foliar es ligeramente velluda. La floración tiene lugar de junio a septiembre, en forma de pequeñas flores campanuladas en racimos, de color blanco rosado, poco llamativas. Tras la polinización por los insectos, dan lugar a numerosas bayas de 1 cm de diámetro, de un blanco nacarado, similares a perlas pero esponjosas al tacto. Persisten durante mucho tiempo, de septiembre a enero. Cuidado, ya que sus bayas son ligeramente tóxicas al ingerirse pero son muy apreciadas por las aves.

Las correhuelas son conocidas por su robustez y su hermosa fructificación invernal. La correhuela blanca es ideal para cubrir grandes superficies en las zonas complicadas del jardín a las que aporta un toque muy cuidado. Será apreciada por su fácil cultivo a la sombra o al sol, su aspecto campestre y su fructificación blanco nacarado. Perfecta al pie de una gran seto o en un rincón sombrío y desnudo del jardín, por ejemplo bajo un gran árbol, en un jardín que deja espacio a la naturaleza. Plántela sin dudarlo en un gran talud, sobre un muro o murete de contención, en el borde de la terraza o de un camino.