Juniperus communis Horstmann - Enebro común

Con una apariencia pintoresca y muy sofisticada, el Juniperus communis Horstmann es un sorprendente enebro común que parece reencarnarse mágicamente en un pequeño árbol majestuoso, de porte llorón y muy tortuoso. Produce largos brotes erguidos, de los cuales cuelgan cortinas de un suave verde azulado. Este conífero tan implacablemente rústico como locamente romántico crece relativamente rápido, alcanzando dimensiones de 3 a 5 m en todas direcciones. Se planta de forma aislada, para embellecer un gran talud, o se coloca en el centro de un macizo. Este conífero excepcional, perfectamente adaptado a condiciones difíciles, aprecia el sol y se adapta a todo tipo de suelos bien drenados, incluso pobres, ocasionalmente secos y calcáreos.

El Juniperus communis es un conífero persistente y espinoso perteneciente a la familia de las cupresáceas, que incluye especies cercanas como los cipreses y los chamaecyparis. Es originario del norte de Europa, América del Norte y Asia Menor. En su entorno natural, presenta un porte bastante variable, cónico o extendido a rastrero, pudiendo alcanzar 6 m de altura y 3 a 4.5 m de envergadura. Esta especie aprecia suelos pobres, arenosos y/o calcáreos, y no teme a las condiciones áridas.

El enebro 'Horstmann', derivado de esta especie, es muy similar en apariencia y desarrollo a la variedad Juniperus rigida Pendula. Después de 10 años, forma un arbusto misterioso y elegante, con un porte primero erguido y luego muy llorón, alcanzando 2 m de altura con una envergadura de 1.50 m a 1.80 m a los 10 años. Crece lentamente cuando es joven, luego su crecimiento se acelera un poco con la edad. Un ejemplar adulto medirá de 4 a 6 m en todas direcciones, dependiendo de las condiciones de cultivo. Está compuesto por ramas irregulares y extendidas, muy escalonadas, de las cuales parten ramas laterales muy flexibles, fuertemente lloronas. Con el tiempo, las ramas más bajas se enderezan suavemente, acentuando aún más el aspecto fantástico de su silueta. Su follaje es de un azul verdoso muy suave, un poco más claro en primavera. Sus pequeñas hojas son aiguas rígidas, muy espinosas, de 10-15 mm de largo y al frotar desprenden un olor resinoso y aromático. Esta variedad no produce frutos, solo los pies masculinos presentan sacos de polen. Los enebros tienen un sistema radicular superficial que no tolera bien la trasplantación, los debilita ante vientos fuertes y los hace difíciles de asociar con plantas perennes.

El enebro llorón Horstmann, por sus excepcionales cualidades ornamentales y su facilidad de cultivo, merece ser plantado con más frecuencia. De gran frugalidad, se adapta a todo excepto a la sombra densa y a los suelos empapados de agua. Su silueta fantasmagórica un tanto difusa parece animada, surgiendo sorpresivamente, conquistando el espacio en las zonas más difíciles del jardín. Se adoptará sin reservas en un gran talud, entre las rocas, sobre un muro o junto a una piscina, ya que se combina bien con las líneas geométricas y las estructuras de albañilería. También se puede instalar cerca de un punto de agua, en voladizo, para engullir un derrumbe rocoso. Las verdaderas cualidades gráficas de los coníferos se imponen naturalmente en el diseño de un jardín contemporáneo, que prefiere el esteticismo de las formas, las siluetas y las texturas a la danza de las floraciones. Estas plantas con una presencia reconfortante estructuran de manera duradera un macizo, marcan los senderos, bordean la terraza, sustituyendo fácilmente la fuerte presencia del boj recortado o del acebo. Se asocian bien con los mahonias o con las gramíneas despeinadas de temperamento muy complementario. Lo importante es jugar con los volúmenes y los colores.