Picea abies Aarburg - Pícea común

Con su silueta muy pintoresca, el Picea abies Aarburg es un vigoroso abeto que forma un pequeño árbol fascinante, de porte muy llorón e irregular. Produce largos brotes arqueados, erguidos y luego colgantes, cubiertos de agujas verde brillante, que parecen dudar entre el cielo y la tierra. Este conífero tan rústico como romántico crece rápidamente, llegando a alcanzar una altura de 5 a 6 m con una extensión de 2 a 3 m. Se planta aislado, sobre un fondo despejado, para embellecer una gran pendiente, o en el centro de un macizo. Aprecia el sol y se desenvuelve bien en un suelo fresco, drenado y sin demasiado caliza.

El Picea abies, también conocido como Abeto de Noruega o Abeto rojo, es un conífero persistente perteneciente a la familia de las pináceas, originario del norte de Europa, más específicamente de Escandinavia. En su entorno natural, presenta un porte típicamente cónico y piramidal, pudiendo alcanzar los 30 m de altura, e incluso más en Europa del Este. Esta especie se utiliza tradicionalmente como árbol de Navidad en Europa. Aprecia los suelos drenados y frescos y no teme a las temperaturas muy bajas.

La variedad Aarburg, derivada de esta especie, es una forma original de porte llorón muy irregular, introducida en Suiza en 1965. Con el paso de los años, forma un pequeño árbol misterioso y tortuoso, más bien erguido, pero con una vegetación que tiende a serpentear. Su crecimiento es rápido, creciendo de 8 a 15 cm al año. Está compuesto por ramas irregulares, muy juntas y colgantes, de las cuales parten las ramas laterales muy lloronas. Con el tiempo, las ramas más bajas se enderezan suavemente, acentuando aún más el aspecto feérico y peludo de su silueta. Su follaje es de un verde brillante y franco. Sus hojas pequeñas son agujas rígidas, muy punzantes, dispuestas alrededor de las ramas, en 'cepillo'. Inicialmente erectos, los conos femeninos situados en posiciones terminales se asemejan a puros rojizos, para luego volverse colgantes. Los sacos polínicos masculinos aparecen en las ramas del año anterior, tienen forma de husos ovales y son de color amarillo anaranjado. El sistema radicular de los abetos es superficial y extenso, lo que los hace difíciles de trasplantar cuando son adultos y particularmente sensibles al viento.

El abeto llorón Aarburg, por sus excepcionales cualidades ornamentales y su facilidad de cultivo, merece ser plantado con más frecuencia. Su silueta fantasmagórica un tanto difusa parece animada, surgiendo sorpresivamente y destacando admirablemente sobre un cielo despejado. Se adoptará sin reservas en una gran pendiente, aislado en un césped, o cerca de una piscina, ya que se combina bien con las líneas geométricas y las estructuras de mampostería. También se puede instalar cerca de un punto de agua, en lo alto, para engullir un desprendimiento de rocas. Las verdaderas cualidades gráficas de los coníferos se imponen naturalmente en el diseño de un jardín contemporáneo, que prefiere el esteticismo de las formas, las siluetas y las texturas a la danza de las floraciones. Estas plantas con una permanencia tranquilizadora estructuran duraderamente un macizo, marcan los caminos, bordean la terraza, sustituyendo fácilmente la fuerte presencia del boj recortado o del acebo. Se asocian bien con los mahonias, brezos, o gramíneas despeinadas con un temperamento muy complementario. Lo importante es jugar con los volúmenes y los colores.