Picea mariana Nana - Abeto negro

El Picea mariana 'Nana' es una variedad enana de abeto negro, de crecimiento muy lento, con porte inicial globular y luego extendido en forma de cúpula. Sus ramas un poco desordenadas se asemejan a pequeños cepillos muy densos. Su silueta compacta y tupida se acompaña de un follaje en agujas cortas de un hermoso tono verde grisáceo azulado. Es interesante en los pequeños jardines y en las rocallas, por su porte original y la textura inusual de su follaje. Es un pequeño conífero poco exigente en climas frescos, que aprecia los suelos drenados, frescos, neutros a ácidos, y una exposición soleada.

El Picea mariana, también conocido como Sapinette noire o Abeto negro, es un conífero persistente perteneciente a la familia de las pináceas, originario del noreste de Estados Unidos, Canadá y que domina los bosques de Alaska. En su entorno natural, el taiga, que a menudo es muy duro, crece lentamente, presenta un porte bastante variable según su hábitat, pero generalmente piramidal y tupido, con una base ancha. En condiciones difíciles, será arbustivo y compacto, mientras que en condiciones favorables formará un árbol esbelto. Este árbol puede alcanzar los 20 m de altura. Esta conífera es el símbolo del bosque boreal de América, creciendo hasta el límite de la tundra.

La variedad 'Nana', derivada de esta especie, es una forma enana particularmente compacta, que forma un cojín redondeado y luego un poco más extendido con el tiempo. Su crecimiento es lento, del orden de 1,5 cm por año. En última instancia, medirá aproximadamente de 45 a 60 cm de altura por 60 a 70 cm de envergadura. Produce ramas delgadas y muy apretadas, dispuestas en espirales regulares. Están cubiertas de agujas cortas, estrechas, puntiagudas, dispuestas en densos cepillos, y son aromáticas (olor a resina). Están cubiertas de una cera blanca. Su follaje muestra durante todo el año un tono intermedio entre el verde, el gris y el azul.

El abeto negro 'Nana', por su aspecto desordenado característico, su desarrollo muy reducido, sin mantenimiento y su facilidad de cultivo, es una planta perfecta para las rocallas y las terrazas. Se adapta a numerosas situaciones y se adapta a cualquier clima fresco, siempre que el suelo esté drenado y sin caliza. Un mantillo gris o morado colocado a sus pies realzará su delicado tono. Esta pequeña planta globular se combina bien con grandes piedras, líneas geométricas y estructuras de albañilería. Se puede asociar con coníferas enanas de porte rastrero (Juniperus horizontalis Blue Chip) columnar o piramidal. Las verdaderas cualidades gráficas de las coníferas se imponen naturalmente en el diseño de un jardín contemporáneo, que prefiere el esteticismo de las formas, las siluetas y las texturas a la danza de las floraciones. Estas plantas con una presencia duradera estructuran de manera sostenible un macizo, marcan los pasillos, bordean la terraza, reemplazando fácilmente la fuerte presencia del boj recortado o el acebo. Se combinan bien con brezos o plantas cubresuelos como aubrietas, cerastiums, salvias arbustivas, así como arbustos con flores. La clave está en jugar con los volúmenes y los colores.