Podocarpus nivalis - Mañíos

Extraordinariamente adaptable, este Podocarpus nivalis, descendiente de las montañas neozelandesas, es uno de los más rústicos del género. Este pequeño arbusto persistente, poco utilizado en nuestros jardines, forma una masa un tanto desordenada, globalmente verde oliva oscuro, densa y lanuda, con porte más o menos extendido o, por el contrario, arbustivo. Se encuentra bien a la sombra densa como al sol, muestra poca exigencia con respecto a la naturaleza del suelo y tolera la sequedad estival una vez bien establecido, aunque aprecia el agua para desarrollarse. Su tamaño reducido le permite entrar en los pequeños jardines o descender graciosamente desde lo alto de la rocalla. ¡Para probar sin falta!

El Podocarpus nivalis es un conífera persistente de la familia de los podocarpáceas, nativo de las zonas arbustivas y subalpinas de las montañas neozelandesas. En su entorno natural, y según su hábitat, alcanzará hasta 5 m de altura en condiciones favorables, mientras que en llanura, en nuestros jardines, rara vez superará 2 m de altura después de muchos años. Formará a la larga una masa viva, bien densa, un poco más ancha que alta. Sus ramas bajas y ascendentes llevan ramillas cubiertas de pequeñas hojas en agujas oblongas, coriáceas, verde oliva con reflejos glaucos. Están agrupadas por 4 y nacen por encima de las ramificaciones, que son muy numerosas. La planta produce esporádicamente algunos conos masculinos de color amarillo pálido y algunos conos femeninos que se tornan rojos en la madurez.

Este arbusto desconocido u olvidado encontrará su lugar en un pequeño jardín en masa o idealmente en una rocalla, casi en cualquier lugar de Francia. Su aspecto natural, que rivaliza con el del indestructible Microbiota decussata, se integrará bien en los jardines un poco salvajes, en compañía de plantas más altas como los arbustos con flores, cuyos pies ocultará. Queda maravilloso plantado en un pequeño seto libre o podado metódicamente. A la sombra densa o al sol, combina bien con las grandes piedras, las líneas geométricas y las obras de albañilería. Se puede asociar con gramíneas, muy complementarias, o con bambúes sagrados, para crear un ambiente más refinado. Las verdaderas cualidades gráficas de las coníferas se imponen naturalmente en la concepción de un jardín contemporáneo, que prefiere el esteticismo de las formas, las siluetas y las texturas a la danza de las floraciones. Estas plantas con una permanencia tranquilizadora estructuran duraderamente un macizo, marcan los pasillos, adornan la terraza o el balcón, sustituyendo con alegría la fuerte presencia del boj recortado o del acebo. Lo importante es jugar con los volúmenes y los colores.

Idea de asociación por color:

- tonos complementarios: oro, Borgoña, púrpura, follajes abigarrados.

- tonos coordinados: plata, verde oscuro, azul.