Trébol encarnado - Trifolium incarnatum

El Trébol encarnado, en latín Trifolium incarnatum, también conocido como Trébol del Roussillon o Farouch, es una pequeña vivácea de la familia de las leguminosas que se utiliza como abono verde o como planta forrajera. Sus raíces tienen la capacidad de fijar el nitrógeno atmosférico, que devolverá al suelo, lo que permite reducir la cantidad de abono. También es una planta melífera, cuyas flores de color rojo vivo, ricas en néctar, alimentan a los insectos polinizadores. A través de su sistema radicular, afloja la tierra, limita la proliferación de malas hierbas, combate la lixiviación del suelo o el fenómeno de compactación debido a las lluvias. Se siembra después de los cultivos de verano, de agosto a septiembre, aunque también es posible una siembra en primavera en marzo.

El trébol encarnado pertenece a la familia de las Fabáceas (anteriormente leguminosas) y al género Trifolium como el trébol blanco enano o el trébol de Alejandría. Estos diferentes tréboles se caracterizan por sus hojas con 3 folíolos y por su capacidad de fijar el nitrógeno atmosférico en el suelo. El trébol encarnado es una planta anual, de origen mediterráneo, ampliamente naturalizada en toda Europa templada. Cuando no se cultiva, crece en campos, tierras sin cultivo, bordes de caminos o carreteras, preferiblemente en suelos arenosos. Florece de abril a mayo a julio, en forma de cabezas esféricas de color rojo. El trébol encarnado tiene una buena resistencia al frío y desarrolla una importante cobertura vegetal. Es adecuado para todo tipo de suelos. Acepta suelos bien drenados, pero también se conforma con tierra arcillosa o arenosa. No tolera los suelos calizos.

Muy utilizados en jardines cultivados de forma orgánica, los abonos verdes como el trébol encarnado tienen numerosas ventajas. Nutren y purifican la tierra aportándole diferentes nutrientes y estimulando la vida microbiana del suelo. Sus raíces van a aflojar la tierra, descompactarla y airearla. Además, la presencia de un cobertura vegetal protege los suelos de la lixiviación (pérdida de nutrientes en suelos arenosos), de la compactación por las lluvias (formación de costra en suelos limosos) y de la erosión (debida al escurrimiento en caso de fuertes lluvias asociadas a un terreno en pendiente). Esta cobertura vegetal también permite limitar la aparición de malas hierbas evitando su crecimiento. Por último, los abonos verdes suelen ser melíferos y atraen a los polinizadores.

Los abonos verdes se siembran en parcelas no cultivadas o en parcelas intercaladas, entre las hileras de verduras. Son destruidos naturalmente por el frío o mediante siega antes de la formación de semillas. Una vez destruidos, pueden dejarse en el lugar como mantillo, o triturarse e incorporarse a las capas superficiales del suelo, o ser recogidos y llevados al compost.