Opuntia engelmannii var.linguiformis

El Opuntia engelmannii var. linguiformis es rústico, arbustivo y denso, original y decorativo todo el año. Se distingue por sus palas delgadas, largas y estrechas, erguidas hacia el cielo con orgullo, su hermosa y abundante floración amarillo-naranja en primavera y sus frutos rojos que permanecen decorativos durante todo el invierno. A pesar de ser resistente hasta -15°C en una ubicación protegida y en suelo drenado, esta forma particularmente elegante es, sin embargo, sensible al viento y a la nieve que pueden dañar sus palas. Las tunillas, auténticas plantas-camello, lucen maravillosamente en jardines secos, grandes rocallas y taludes áridos, sobre un fondo de cielo azul y grandes rocas austeras.

El Opuntia engelmannii, pariente cercano de la Higuera de Barbarie (Opuntia ficus indica), es una planta suculenta sin verdaderas hojas de la familia de las cactáceas. Esta especie botánica es originaria de Texas, donde crece a lo largo del río Grande y en las llanuras circundantes. La variedad linguiformis se ha vuelto muy rara en su entorno natural. Un ejemplar adulto puede alcanzar en 4 o 5 años 1,50 m en condiciones favorables. La vegetación está compuesta por un tronco robusto que se lignifica con la edad, dividiéndose en ramas planas, delgadas, de forma muy alargada a triangular, llamadas artículos o palas. Estos segmentos se orientan fácilmente desde una edad temprana hacia el sol. Su superficie, de color gris verdoso, adquiere tonos rosados en invierno, bajo el sol pleno. Está abundantemente cubierta de grandes espinas doradas con base roja, que se vuelven marrones con el tiempo, así como de diminutas espinas llamadas gloquidios, agrupadas en pequeños montones redondos, muy peligrosas al manipular. La floración tiene lugar en mayo-junio, en abundancia. Varias flores aparecen en el borde de las palas, principalmente hacia sus extremos. El amarillo jaspeado de naranja de los pétalos resalta por una textura diáfana. Luego aparecen frutos ampliamente cubiertos de gloquidios que se vuelven violeta-púrpura al madurar, y persisten todo el invierno antes de caer. Aunque son comestibles, son menos sabrosos que los de la Higuera de Barbarie.

Cultivable en casi todas nuestras regiones, este cactus es resistente hasta -15°C sin protección, pero en suelo perfectamente drenado, pedregoso, rocoso o arenoso. Estructura de manera natural los decorados exóticos, contemporáneos, y puede integrarse en una valla defensiva muy disuasiva. Encontrará su lugar en una gran rocalla, un macizo sobre gravilla donde su silueta afilada destacará admirablemente en un decorado mineral y austero, poblado por algunas gramíneas, agaves, Hesperaloe parviflora y Euforbias arbustivas (E.mellifera o dendroides). Se pueden asociar cactus candelabro bastante resistentes (Cleistocactus strausii, Cylindropuntia imbricata) y grandes jaraes (Cistus laurifolius), plantas igualmente sobrias y frugales. Es conveniente alejarlo del paso y de los niños, debido a sus formidables espinas, así como a aquellas, transparentes, casi invisibles a simple vista, que penetran con una facilidad desconcertante en nuestra epidermis y son difíciles de extraer.