Aconitum napellus subsp. vulgare

El Aconitum napellus ssp. vulgare, también conocido como Acónito común, o Casque de Jupiter, es una planta vivaz de montaña con una raíz carnosa que no se queda atrás en presencia ante sus congéneres. Esta especie de belleza salvaje levanta en verano sus altas espigas aéreas, donde se agrupan grandes flores de un azul violáceo muy vivo, en forma de casco. Tiene grandes hojas lustrosas, muy divididas, en tallos bastante leñosos. Este huésped privilegiado de suelos frescos y ricos es una planta de media sombra fiable y florífera, perfecta para ocupar el fondo de los macizos de plantas vivaces.

Muy extendido en las zonas de colinas o montañas de toda Europa, así como en regiones de Asia templada, el Acónito común es una planta herbácea vivaz de la familia de las ranunculáceas, al igual que su primo el Delphinium. Esta planta se desarrolla a partir de una raíz tuberosa carnosa, de la que emerge en primavera un mechón erguido formado por tallos poco vellosos, con hojas coriáceas y casi esféricas, profundamente palmadas, con un aspecto casi dentado. Están profundamente acanaladas, de un verde muy oscuro, con una superficie lustrosa. En julio-agosto florecen en el extremo de los tallos espigas largas de 35-40 cm, con flores en forma de casco más anchas que altas, de un azul violáceo muy profundo, cuya sustancia refleja admirablemente la luz. La planta en flor mide al menos 80 cm de altura, con un ancho de 30 a 50 cm. La especie napellus es la más tóxica de todas, y una de las plantas de nuestra flora más mortales por ingestión de raíces.

Los aconitos sufren de una mala reputación debido a su legendaria toxicidad, lo cual es lamentable porque tienen su lugar en todos los jardines de nuestras regiones frescas y húmedas. Son robustos, muy resistentes, y su follaje está entre los más hermosos entre las plantas vivaces. Sin mencionar el azul de su floración, un azul asombroso, comparable al de las gencianas o los delphiniums. Son perfectos en el fondo de los macizos, junto a las digitales y las acteas, para escenas veraniegas sombrías y mágicas. Se pueden plantar entre arbustos, resguardados del viento que a veces tumba sus tallos, junto a las anémonas japonesas que continuarán la floración. También son muy hermosos frente al follaje púrpura de los Physocarpus o del Cotinus 'Royal Purple'. Son buenas plantas vivaces, al igual que las digitales, para los bosques claros y frescos. Por último, sus flores son magníficas en ramos.