Agave americana

El Maguey americano, más conocido como Agave del México o también Agave de las Américas, es una planta vivaz impresionante, muy apreciada en el arte del paisajismo por su silueta monumental y notablemente gráfica. Perfectamente adaptada a climas secos y calurosos, así como a suelos pobres, forma poderosas rosetas compuestas por grandes hojas rígidas, suculentas y puntiagudas, de color gris-azul. También es una planta bien armada, con puntas afiladas de las que hay que cuidarse. La floración es una hermosa sorpresa, brotando del corazón de las rosetas más antiguas, en forma de inmensos bohordos florales majestuosos que llevan panículas de flores amarillo-verdosas. Poco resistente pero espectacular, estructura de forma natural los decorados exóticos y salvajes. Se cultiva en suelo abierto en climas suaves, pero también en macetas grandes para almacenar en invierno en todas las regiones.

Originario de México y del extremo suroeste de Estados Unidos, extremadamente decorativo, el Agave de las Américas es ante todo una especie botánica adaptada a climas semi-desérticos, naturalizada hoy en día en muchas partes del mundo, hasta en Pakistán y China. Pertenece a la familia de las agaváceas, al igual que los Yucas o la Tuberosa. Esta planta suculenta herbácea vivaz posee rizomas capaces de producir chupones, pero casi carece de tallos aéreos. Está compuesta por unas treinta hojas que forman una roseta basal, alta y ancha de 1,50 m. Las hojas, inmensas y muy puntiagudas, pueden alcanzar los 2 m de longitud y 20 cm de ancho. Son lisas, rígidas y muy gruesas, de color gris-verde azulado en la madurez, y bordeadas de espinas grises a marrones en la parte terminal. El extremo de cada hoja, con una espina afilada, está dispuesto en diagonal hacia abajo y mide de 2 a 6 cm de longitud. Cuando una roseta alcanza la venerable edad de 15 a 20 años, e incluso más, produce un bohordo floral inmenso, que puede alcanzar de 5 a 10 m de altura. Tiene numerosas ramificaciones horizontales. Las ramificaciones llevan panículas aplanadas y esféricas, de 7 a 10 cm de ancho, compuestas por una miríada de pequeñas flores amarillo-verdosas. La roseta, calificada de monocárpica, muere después de la floración que dura varios meses, habiendo producido numerosas pequeñas rosetas periféricas para asegurar su perpetuidad.

En climas suaves, este agave encontrará su lugar en una gran rocalla, o en los límites de un jardín seco, donde su silueta monumental destacará sobre el fondo de cielo azul. Se puede asociar con la higuera de Barbary, el gran helecho, los cactus candelabros bastante resistentes (Cleistocactus strausii, Cylindropuntia imbricata) y las tabaibas de Canarias igualmente frugales. Los jardineros de regiones más frías lo colocarán en una maceta muy grande en la terraza, eligiendo cuidadosamente el lugar más resguardado, y a pleno sol, para recrear un ambiente inspirado en los jardines cerrados y los patios que florecen al final del mundo. Esta planta resistente hasta aproximadamente -8°C en suelo perfectamente drenado puede volverse invasiva donde se siente a gusto.

El Agave es también una planta comestible, con la que en México se elabora el mezcal, una bebida alcohólica obtenida por fermentación de su jugo rico en azúcares. También se utiliza en medicina tradicional en México, Brasil e India, poseyendo propiedades antifúngicas probadas. Muy melíferas y nectaríferas, las inflorescencias atraen a numerosos insectos libadores.