Onopordum nervosum - Cardo gigante

El Onopordum nervosum, también conocido como cardo de los burros o Onopordum acanthium, es una especie botánica monumental bienal. A finales de verano, lanza a más de 2 metros de altura grandes inflorescencias globulosas y purpúreas similares a gigantes acianos. Muy ornamental, la planta es también muy ambivalente, a la vez suave y temible, armada de espinas afiladas, desde las hojas grises y peludas hasta los gruesos tallos de un blanco algodonoso. Una planta que despierta admiración, a la manera de un caballero antiguo, sobria al punto de preferir suelos más bien calcáreos y secos, lo bastante ostentosa como para exigir pleno sol.

El Onopordon de hojas de acanto, muy común en Europa central en tierras incultas, a veces recibe el nombre de Onopordon falso acanto o de Cardo gigante. Se trata de una planta de la familia de las asteráceas, caracterizada por un ciclo de vegetación bienal. Este cardo muere el segundo año de cultivo pero se siembra de manera natural generosamente, especialmente en las grietas de pavimentos, rocas y ladrillos. En el primer año forma una gran roseta persistente de largas hojas gris blanquecinas, cubiertas de pelos, anchas y espinosas, profundamente incisas. En el segundo año, un enorme eje ramificado cubierto de un tomento blanco, llevando numerosas aristas, se eleva desde el corazón de la roseta basal, también con amplias hojas espinosas gris blanquecinas. Cada tallo termina en una inflorescencia en capítulo, compuesta de un receptáculo verde coronado por flores purpúreas reunidas en una espiga. La raíz es un pivote grueso y potente, lo que hace que el trasplante sea un poco delicado en un ejemplar ya bien desarrollado.

De hecho, el Cardo de los burros se siembra de manera natural en cualquier grieta donde encuentre una semilla. Es simplemente magnífico en compañía de delphiniums azules y rosales rosas en suelo fresco, pero también se combina muy bien con las gramíneas gigantes (Panicum virgatum, Miscanthus sinensis), el Cephalaria gigantea, las malvas real o las grandes gordolobos en jardines secos. Una planta para admirar en un macizo alejado, lejos del paso y de los niños, por su presencia y la fascinación que ejerce su textura afilada casi metálica, acompañada de un diseño algo futurista.