Lavanda stoechas The Princess - Cantueso

La Lavandula stoechas The Princess es una variedad muy reciente que aporta un verdadero soplo de novedad en la categoría de las lavandas mariposa. Su floración, de un rosa vivo con una intensidad notable, es precoz, abundante y perfumada. Comienza en abril-mayo, y luego se renueva, en oleadas sucesivas, a lo largo del verano, favorecida por podas sucesivas. Este encantador arborito compacto vestido con un follaje gris-verde, persistente y aromático, ofrece la lavanda más original, igualmente cómoda en una rocalla y en un borde de macizo, en un suelo drenado, como en una bonita maceta en la terraza.

La lavanda mariposa o Lavanda de copete, en latín Lavandula stoechas, es una planta originaria del oeste de la cuenca mediterránea. Es un arborito de hojas persistentes que florece en primavera en las laderas silíceas, pobres en caliza. De la familia de las lamiáceas, esta planta es aromática pero poco utilizada en perfumería debido a su contenido de alcanfor. La variedad The Princess es un arborito compacto, de vegetación densa y bien apretada. Sus tallos cuadrangulares llevan hojas estrechas y suaves, de color gris-verde, con bordes rizados, con aroma a pino. La planta rara vez supera los 50 cm de altura en el momento de la floración. En primavera, en el extremo de cada tallo se forma una espiga densa, cortamente pedunculada, gruesa y de forma cuadrada, que lleva diminutas flores de un rosa vivo. Esta espiga está coronada por varias grandes brácteas pétaloides, similares a alas de mariposa, de un rosa intenso, cálido y transparente a la luz. La inflorescencia es muy visitada por los insectos polinizadores, en particular las abejas. Es una planta nectarífera y melífera.

Propiedades: Siendo la lavanda una planta muy melífera, contribuye a la preservación de las abejas: el néctar de su flor atrae a las abejas, convirtiéndolo en una de las mieles más reputadas.

Anécdota: En la época de los romanos, las mujeres que querían probar en secreto el vino (bebida prohibida para ellas), masticaban unos brizos de lavanda para perfumar su aliento y así engañar la vigilancia de sus maridos.