Bienales

Las plantas bienales se caracterizan por un ciclo de vida muy corto: un primer año de vida silenciosa y modesta durante el cual desarrollan raíces y follaje, mientras construyen en secreto las bases de una interminable temporada de flores. Están presentes en el jardín en los macizos o ante nuestros ojos, en una jardinera cerca de la ventana, a veces desde el otoño para las pensamientos (Viola), y hasta las puertas del verano. Estas plantas tienen la ventaja de estar disponibles en el momento oportuno para tomar el relevo de las floraciones estivales y anticipar la primavera, según la fecha de siembra. Se siembran generalmente de julio a agosto, se instalan en otoño, para florecer en la primavera del año siguiente. Entre las más gratificantes, las margaritas (Bellis), las alhelíes (Cheiranthus, Matthiola y Erysimum), las campanillas o los claveles son valores seguros. Algunas, como las digitales, las monedas del Papa o las malvas, son tan prolíficas que parecen casi vivaces y regresan cada año, a su antojo, perturbando un macizo cuidadosamente organizado en grandes chorros de candelabros multicolores. Para crear rápidamente un macizo de aspecto campestre, los nomeolvides, las verónicas (Verbascum), las damas de noche (Hesperis matronalis), los añiles (Ysatis tinctoria) y los cardos azules (Eryngium giganteum).

Fáciles de cultivar y sin preocupaciones, se plantan en otoño o temprano en primavera, en un suelo bien preparado. Su mantenimiento es muy reducido. Basta con quitar las flores marchitas para fomentar nuevas floraciones, o al contrario dejar que fructifiquen para recolectar sus semillas, o dejarlas sembrar libremente, o para algunas disfrutar de sus frutos decorativos. Se asocian con todo tipo de plantas, como los bulbosas en macizos estacionales o para alegrar las borduras mixtas.