Picea orientalis Gracilis

El Picea orientalis 'Gracilis' es una variedad enana del abeto de Oriente, y una de las más ornamentales. Forma un pequeño arbusto, con porte ovoide y muy compacto, cubierto de un follaje denso, verde brillante, compuesto por agujas cortas. Su silueta bien definida y realmente gráfica cobra vida en primavera con jóvenes brotes verde claro y vibrante. Su crecimiento muy lento lo convierte en un candidato ideal para espacios reducidos, grandes rocallas y macetas en la terraza. Es un pequeño conífero gracioso, vigoroso y muy resistente, además de ser una planta muy adaptable que requiere poco mantenimiento. Se conforma con un suelo cualquiera pero drenado, no demasiado seco, y una exposición soleada.

El Picea orientalis, también conocido como sapinette de Oriente, es un conífero persistente de la familia de las pináceas, originario del noreste de Turquía y el Cáucaso. En su medio natural, este gran árbol piramidal que alcanza los 30 m de altura crece tanto en suelos humíferos de bosques mixtos o perennes, como en laderas pedregosas y rocosas de la costa del Mar Negro.

'Gracilis' es un cultivar derivado de esta especie, cuya silueta cónica redondeada evoca un bonito pequeño abeto de Navidad muy tupido, cubierto de un follaje oscuro y brillante. Su crecimiento es lento, alcanzará 1 m de altura por 50 a 60 cm de envergadura en la base en 10 años, y llegará a la madurez como un pequeño árbol de 5 m de altura por 2.5 m de ancho. En primavera, produce ramas flexibles un poco colgantes, bastante cortas y muy juntas, de color verde claro. Con el tiempo, se enderezan hacia el cielo mientras se oscurecen, otorgando a la planta su porte característico. Están cubiertas de agujas muy cortas, con sección de rombo, brillantes, dispuestas radialmente y de forma muy densa alrededor de las ramas. Son de color verde oscuro brillante en la parte superior y tienen 2 bandas blancas muy discretas en la parte inferior.

El abeto de Oriente 'Gracilis' es un conífero gracioso y elegante, encontrará su lugar en todos los jardines, incluso los más modestos, en toda Francia. Por su fácil cultivo, su presencia discreta y su desarrollo muy reducido, es una planta perfecta para espacios reducidos, grandes rocallas y terrazas. Se adapta bien a numerosas situaciones y climas, siempre que el suelo que lo reciba esté bien drenado. Se adoptará sin reservas en un gran talud, entre las rocas, sobre un muro o cerca de una piscina, ya que se integra bien con las líneas geométricas y las obras de albañilería. Las verdaderas cualidades gráficas de los coníferos se imponen naturalmente en el diseño de un jardín contemporáneo, que prefiere el esteticismo de las formas, siluetas y texturas a la danza de las floraciones. Estas plantas con una permanencia tranquilizadora estructuran duraderamente un macizo y se sustituyen fácilmente a la fuerte presencia del boj recortado o del acebo. Se asocian bien con brezos, salvias arbustivas, o plantas cubresuelos como aubrietas, cerastiums, así como con arbustos de flores ligeras. La clave está en jugar con los volúmenes y colores.