Poa chaixii

La Poa chaixii, también conocida como Pasto de Chaix, de los Sudetes o Pasto de montaña, forma parte de un grupo de gramíneas que los jardineros utilizan poco en los jardines a pesar de su encanto y facilidad de cultivo. Esta gran especie de nuestras montañas europeas no carece de elegancia: forma un denso mechón alto de un verde intenso, incluso en invierno, y cobra vida en verano con numerosas inflorescencias en panículas que van del verde al marrón y que bailan con el viento y juegan con la luz. Es una hermosa 'hierba' natural, nunca invasiva. Rústica y poco exigente, esta gramínea se integra en los parterres soleados o de media sombra, en cualquier suelo bien drenado y más bien fresco.

La Poa chaixii es una planta herbácea perenne perteneciente a la familia de las poáceas, como muchas gramíneas. Está extendida en gran parte de Europa, donde se encuentra en las montañas. En Francia, esta especie está presente en los bosques de las regiones Este, Sur, Centro, hasta en la Alta Viena y el Loiret. Esta planta con rizoma en mechón, es decir, no invasivo, crece en un denso mechón de hojas planas, anchas de 4 a 10 mm, con una vena prominente y de un verde pradera. Se reconoce por sus tallos comprimidos en la base. En la edad adulta, la planta alcanza una altura de 80 cm a 1 m, con 50 a 60 cm de ancho. La foliación es persistente en invierno. La floración ocurre de junio a agosto, dependiendo del clima. De la vegetación emergen largos tallos que sostienen las inflorescencias piramidales llenas de espiguillas. Verdes al abrirse, estas inflorescencias van cambiando gradualmente a gris plateado y luego a marrón cuando maduran.

Rústica hasta -15°C en suelo bien drenado, la Poa chaixii es una de las gramíneas que tolera bien la media sombra, aunque prefiere el sol. Se aprecia por la hermosa ligereza de su vegetación y su aspecto decorativo durante todo el año. Como las demás 'hierbas', es perfecta para aportar volumen y ligereza a los parterres. Se puede combinar fácilmente con vivaces floridas y ligeras, como las campanitas, las margaritas de los campos, los Aster cordifolius, las escabiosas o incluso los pápaveres anuales y las damasquinas. Plántela también en grupo, en un jardín un poco salvaje o contemporáneo, para ver cómo el viento esculpe en ella olas infinitas.